Este artículo utiliza las intuiciones de Carole Pateman, en su libro El contrato sexual, para criticar la manera en que las instituciones cuya racionalidad y legitimidad emergen del contractualismo moderno no consideran en igualdad de condiciones a las personas con discapacidad. Esto, a consecuencia de que el contrato social presupone ideas unívocas de racionalidad y cooperación que se definen a partir de los parámetros de las personas sin discapacidad. Así, el paradigma del capacitismo, que identifica a la ciudadanía con la posesión de capacidades regulares, genera un contrato funcional que invisibiliza y naturaliza la discriminación fundada en la discapacidad